La culpa

Desde que nació Diego hace 8 meses lo que más me ha costado es quitarme ese sentimiento. Mi marido se tenía que acostumbrar a una nueva ciudad por mi culpa; yo no sabía cuidar a un bebé, el niño estaba perdiendo peso, por mi culpa; no le puedo dar todo lo material que me gustaría, por mi culpa…. Por mi culpa, por mi culpa…

Sin embargo, leí un comentario en Facebook de que ese sentimiento era normal en ese momento justo. Y que muchas mujeres habían pasado por ello.

Aprendí a canalizarlo, hasta creo que lo superé…. Pero hoy la culpa ha vuelto con más fuerza por una serie de circunstancias.

Y efectivamente, hoy no es un sentimiento es una realidad. Viene con más razón que nunca… Por qué un día decidí renunciar, antes de qué fuese necesario. Por qué si no hubiese renunciado, las cosas podrían ser de otra manera.

Qué pasará mañana…

que cambia todo.

La verdad es que somos muy dados a pensar en lo peor que puede suceder cuando nos enfrentamos a algún cambio.

No sé si por masoquismo o desconfianza o temor a no cambiar, pero primero nos fijamos en los contras y nos impiden ver todo lo demás.

Al final es el transcurso del tiempo el que nos muestra todo. Pero a nosotros nos gusta adelantarnos.

Promesa: pensar en que las cosas ya vendrán con el tiempo. No pensar en lo malo antes de que se produzcan.

Te debo tanto

Nunca pensaría que fuese así.

Vivía más pendiente de otras cosas, preocupada todo el día por la estabilidad profesional y salarial.

Pero de repente, llegaste a mi vida. Me diste energía, me empoderaste y me hiciste ver qué hay que disfrutar de cada instante, cada momento.

Ya me lo decía la gente de mi entorno, “te cambiará la vida”. Pero pensaba qué era más en un tema organizativo que de perspectiva.

Y me la has cambiado. Mira como me la has cambiado.

Entre otras cosas, has conseguido que retome la escritura que la tenía tan dejada. Utilizar las palabras para escribir lo que siento, lo que me haces sentir.

Gracias.